Bien se dice que la experiencia es algo que no se contagia… !pero se trasmite!.
Participé en el mes de agosto en este Taller, desarrollado en San Ignacio. Convocados como comunidad, con algunos participantes que no eran cevequianos, con lo que se logró una buena amalgama. Congregados bajo la consigna de ir conociendo algo más de esta práctica de oración que busca un acercamiento a una experiencia de Dios que requiere silencio e interioridad.
De la mano maestra de Claudia y Yolo fuimos conociendo detalles que nos iban poniendo en camino, que nos impulsaban a la práctica de la percepción y la escucha, como elementos básicos para ir avanzando en el ejercicio. Sin descuidar aspectos fundamentales de la posición corporal, la toma de conciencia de la respiración, el manejo de los pensamientos y las distracciones. Todo vivencial y trasmitido con el entusiasmo de quienes tienen años en esa práctica y que fueron formados cerca de su precursor, el P. Jalics.
Con la sencillez y la grandeza de expertos nos fueron trasmitiendo claves que íbamos poniendo en práctica personalmente a lo largo de la semana, logrando pequeños ratos de silencio y oración en nuestra vida cotidiana. Y los encuentros semanales tuvieron momentos clave, unos de oración en comunidad, donde se percibió la fuerza del grupo y otros de compartir, donde todos nos enriquecimos con la vivencia personal, las dificultades y los descubrimientos de cada uno, trasmitidos con la sencillez de quienes nos sentíamos aprendices.
Y así fuimos ejercitando eso de aprender a gustar internamente esta práctica que, sin lugar a dudas, tiene mucho que aportar a nuestra vida de oración, a una manera diferente de conectar con ese Dios cercano que debemos buscar en nuestra hondura.
“Señor Jesús, enséñanos a ver, Señor Jesús, ayúdanos a entrar.
Adentro, donde nace la luz, donde crece el amor, donde nos esperas Tú…”
Matilde Canabal (Lucas XV)
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