NUESTRO CARISMA
Nuestra Comunidad está formada por cristianos –hombres y mujeres, adultos y jóvenes de todas las condiciones sociales– que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con Él en la construcción del Reino y que han reconocido en la Comunidad de Vida Cristiana su participación en la Iglesia.
Nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la Iglesia y en la sociedad de los valores humanos y evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de la familia y la integridad de la creación. Sentimos la necesidad urgente de trabajar por la justicia, con una opción preferencial por los pobres y un estilo de vida sencillo que expresa nuestra libertad y nuestra solidaridad con ellos. Como respuesta a la llamada que Cristo nos hace, tratamos de realizar esta unidad de vida desde dentro del mundo en que vivimos.
Para vivir este compromiso apostólico en sus diversas dimensiones, y para abrirnos a las llamadas más urgentes y universales, la Comunidad nos ayuda particularmente mediante el acompañamiento mutuo, la "revisión de vida" en común, el discernimiento personal y comunitario. Tratamos así de dar sentido apostólico aún a las más humildes ocupaciones de la vida diaria.
Una espiritualidad es un modo de vivir nuestra vida cristiana. Está marcada por el deseo de seguir al Señor, de cumplir la voluntad de Dios. Es el encuentro de uno con Dios, de modo que Dios hace Su propuesta, y la persona responde, con libertad, al proyecto de Dios.
En un mundo donde cuesta hablar de Dios y sus planes para el ser humano, en CVX nos sentimos llamados a dar razón de nuestra fe y nuestra esperanza. Buscamos crecer en reflexión y comprensión del mensaje evangélico para ser testigos fieles en diversos ambientes y culturas.
La Iglesia es sacramento de la salvación y la CVX está llamada a “sentir con la Iglesia”. La espiritualidad ignaciana nos invita a sentir con Cristo para “más amarle y seguirle”. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son fundamentales y constitutivos para la CVX. Son también esenciales la oración, el acompañamiento, la revisión de vida, el examen o la pausa diaria. Nuestra espiritualidad favorece además el que podamos hallar a Dios en todas las cosas, ser contemplativos en la acción a ejemplo de María.
DIMENSIÓN
ESPIRITUAL
DIMENSIÓN
COMUNITARIA
Nos reunimos en pequeñas comunidades para vivir la comunión fraterna con Dios y ayudarnos a crecer en la propia vocación y misión.
La formación, que se vive y se acompaña en cada comunidad, tiene como fin la integración progresiva al grupo particular, a la Comunidad Nacional, a la Comunidad Mundial y a la Iglesia.
Todos los miembros de CVX formamos un solo cuerpo y nos identificamos con los Principios y Normas Generales y con el Carisma. Allí está el fundamento universal de nuestra vocación que trasciende las particularidades culturales. Vivimos en comunión con todas las instancias de la Iglesia pues somos comunidades eclesiales.
La vocación laical de la CVX es una opción entre otras que enriquecen la Iglesia que “servimos humildemente porque la amamos apasionadamente”. Como laicos, la Iglesia nos encarga la evangelización de la familia, la cultura, estructuras políticas-económicas, etc.
Cada persona es invitada a responder la llamada de Cristo desde sus circunstancias particulares: ser amado por Dios se traduce en ser enviados de Dios. Ser cristiano supone
ser discípulo, y por tanto haber recibido la misión profética, una misión que tendrá muchas facetas. Tal vez la más importante sea la de comunicar esperanza y sentido del vivir a los hombres y mujeres de nuestro mundo.
Ello supone una manera de vivir, un estilo, un modo de enfrentarse a los retos de la vida en los distintos ámbitos familiares, sociales, políticos, profesionales, etc. Pero no basta estar en ellos, hay que estar como profetas, para anunciar con gesto y con palabra la presencia del Reinado de Dios.
La vocación CVX implica estar en misión. Esto significa que toda nuestra vida, nuestras actividades y nuestros espacios se nutren del envío de Cristo. Para compartir la responsabilidad en la misión, se requiere discernir juntos, enviar y ser enviados, apoyarse mutuamente, y finalmente, evaluar el servicio prestado.
Nosotros compartimos la opción preferencial por los pobres y deseamos que ésta transforme nuestro estilo de vida y se exprese en un compromiso efectivo y solidario con quienes más sufren y no son tomados en cuenta. Cada uno de nosotros está llamado por Dios a hacer presente a Cristo y su acción salvífica en nuestro ambiente.
Al mismo tiempo, ejercemos un apostolado organizado o grupal en una gran variedad de formas. Para vivir este compromiso apostólico en sus diversas dimensiones, y para abrirnos a las llamadas más urgentes y universales, la Comunidad nos ayuda particularmente con el discernimiento personal y comunitario.