Domingo 33º Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 21, 5 – 19).
Mi comentario al evangelio de este domingo va a centrarse en un pequeño grupo de versículos que se incluyen en el largo discurso escatológico que abarca casi todo el capítulo 21 del evangelio de Lucas. Voy a referirme en exclusiva a los versículos 12 a 19 que son una advertencia de Jesús a sus discípulos sobre las dificultades que van a encontrarse y una exhortación a la confianza y a la perseverancia en medio de esas dificultades.
Jesús advierte a sus discípulos que van a encontrar dificultades en su vida y en su misión, y dificultades no pequeñas: “os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles…”. En ningún momento del evangelio Jesús ha ocultado a sus seguidores las dificultades y privaciones que conlleva seguirle a él, y reitera, casi al final de su vida, ese mensaje. Es un mensaje que a nosotros nos resulta muy duro, sobre todo cuando las circunstancias de la vida nos llevan a vivirlo, y no de un modo tan dramático, sino mucho más suave: en forma de indiferencia, de rechazo, de desprecio o de fracaso. Llevamos en la sangre eso del “éxito”, tan de nuestra cultura, pero que creo que no es, o al menos yo no lo encuentro por ningún sitio, un valor evangélico. Nos cuesta mucho asumir eso que nuestra sociedad llama ir de “perdedores”.
Ante esas difíciles circunstancias Jesús lanza una llamada: ése es el momento para el auténtico testimonio: “esto os servirá de ocasión para dar testimonio”. Testimonio de que nuestra fe en Dios y nuestro seguimiento de Jesús se basa no en éxitos mundanos, sino en nuestra plena confianza en Él y en su mensaje y testimonio de que, por encima de todo, no nos buscamos a nosotros mismos en cualquiera de las formas posibles, sino que buscamos servir y entregarnos a Él y a nuestros hermanos en el servicio del amor.
Confianza porque al mismo tiempo que Jesús habla de dificultades, habla también de su presencia y su apoyo en medio de ellas. No seremos eximidos de las dificultades, pero contaremos con todo su apoyo: “yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro… ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Si el anuncio de las dificultades es contundente, la promesa de su ayuda no lo es menos.
Jesús concluye esa llamada con una promesa de vida y salvación: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. La perseverancia a la que somos invitados no es un “tour de force”, ni es el esfuerzo voluntarista de una especie de kamikaze espiritual, sino un acto pleno de confianza. Una confianza plena. Plena, pero no ciega. Y no es ciega porque se basa en la experiencia del Amor que recibimos y vivimos cada día.
Darío Mollá SJ
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