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Bartimeo, los discípulos y nosotros

Este episodio cierra una larga sección del evangelio en la que Jesús ha ido formando a sus discípulos sobre los temas más diversos: los peligros que corren (ambición, escándalo, despreocupación por los pequeños), las obligaciones que tienen (corrección fraterna, perdón) y el desconcierto que experimentan ante las ideas de Jesús a propósito del matrimonio, los niños y la riqueza. Después de todas esas enseñanzas, el discípulo, y cualquiera de nosotros, puede sentirse como ciego, incapaz de ver y pensar como Jesús.


En este contexto, la actitud de Bartimeo, gritando insistentemente a Jesús que se compadezca de él, es un símbolo de la actitud que debemos tener cuando no acabamos de entender, o no somos capaces de practicar lo que Jesús enseña. Pedirle que seamos capaces de ver y de seguirle incluso en los momentos más difíciles.


Otros detalles interesantes del relato.

1. Bartimeo llama a Jesús “hijo de David”. Es la única persona que le da este título en el evangelio de Mc. Puede tener dos sentidos: a) Jesús, como “hijo de David”, es el Mesías esperado, el rey de Israel; aunque inmediatamente antes haya hablado de su muerte, de que ha venido a servir, no a ser servido, el ciego confiesa su fe en la dignidad de Jesús y en su poder de curarlo. b) Jesús, como “hijo de David”, es igual que Salomón, al que las leyendas posteriores terminaron atribuyendo poder de curaciones. En este sentido se usa con más frecuencia en el evangelio de Mateo.

2. Es curioso que se cuente que “soltó el manto” antes de acercarse a Jesús. Parece un detalle innecesario. Sin embargo, recuerda lo que se ha dicho al comienzo del evangelio a propósito de los primeros discípulos, que “dejando las redes, lo siguieron” (Mc 1,18).

3. Aunque Bartimeo piensa que Jesús puede curarlo, Jesús le dice “tu fe te ha curado”, poniendo de relieve la importancia de la fe.

4. Este es el único caso en todo el evangelio en el que una persona, después de ser curada, sigue a Jesús por el camino. Aunque el texto no lo dice, lo sigue hacia Jerusalén, hacia la muerte y la resurrección. Una vez más, Bartimeo se convierte en modelo para nosotros.

José Luis Sicre SJ


 

Que vea


Señor, que vea… …que vea tu rostro en cada esquina.

Que vea reír al desheredado, con risa alegre y renacida Que vea encenderse la ilusión en los ojos apagados de quien un día olvidó soñar y creer.

Que vea los brazos que, ocultos, pero infatigables, construyen milagros de amor, de paz, de futuro.

Que vea oportunidad y llamada donde a veces sólo hay bruma.

Que vea cómo la dignidad recuperada cierra los infiernos del mundo

Que en otro vea a mi hermano, en el espejo, un apóstol y en mi interior te vislumbre.

Porque no quiero andar ciego, perdido de tu presencia, distraído por la nada…

equivocando mis pasos hacia lugares sin ti.

Señor, que vea… …que vea tu rostro en cada esquina.


José María R. Olaizola, sj

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