Domingo 3 de octubre de 2021 (domingo vigesimoséptimo).
Se suele decir que las personas ganamos en completitud siendo amadas y amando, y realmente ello es una constatación central de la experiencia humana.
Necesitamos ser amados, reconocidos, valorados en lo que somos por Dios y por nuestros humanos hermanos, a la vez que estamos convocados a amarlos. Del equilibrio virtuoso de esa reciprocidad emerge aquella completitud.
Los textos bíblicos de hoy se relacionan con ello sin lugar a duda.
El libro del Génesis, el Salmo, y el mismo evangelio, con sus lenguajes de época, hablan de la potencialidad realizadora de la vida en pareja para aquel equilibrio (“es hueso de mis huesos y carne de mi carne”).
Ese potencial realizador se concreta en emociones, en proyectos compartidos, en darse entre sí, en familia y a otros, en vivir juntos momentos luminosos, dificultosos o medio-medio, en la paciencia, en el ánimo, en el diálogo y los silencios, en la rutina, en las diferencias reconocidas, en la fidelidad y en muchas otras concreciones. Como potencial no se realiza automáticamente sino al concretarse.
Si bien el evangelio trata más específicamente de la relación de pareja, aquel potencial de realización es perfectamente trasladable, con sus naturales particularidades, a otras relaciones (familiares, de amistad, de común servicio, etc.).
Los textos bíblicos nos animan a procurar relaciones comprometidas, que se proyecten, que no se queden en momentos, que se basen en el respeto y la disponibilidad mutuos, y que no impliquen el dominio de uno sobre otro o la desconsideración (posibilidad de repudiar a la mujer mediante acta de divorcio, niños excluidos de la dinámica de los adultos).
En las relaciones también están las vulnerabilidades propias de nuestro ser humano, y ello no se puede desconsiderar, la pena de caer en idealizaciones o posturas rígidas.
Se manifiestan en lo cotidiano de la pareja y de otras relaciones, y estamos convocados a abordarlas de la mejor manera posible.
Asimismo, nos sucede que hay vínculos de pareja que se desgastan o no continúan, aún habiendo habido deseos de proyección. Ello no podemos desconsiderarlo como comunidad eclesial, sino todo lo contrario, acompañar desde el ánimo y el amor fraterno.
Incluso, en una línea bien distinta, en nuestra sociedad se dan situaciones de abuso o violencia en el seno de la pareja o a nivel familiar. Ello es un drama actual que afecta dignidades humanas y debe movernos como comunidad a su prevención, al cese de la opresión y a la sanación.
Le pedimos al Señor que nos siga acompañando con su misericordia para construir vinculaciones humanas efectivamente realizadoras, que superen vulnerabilidades.
Marcelo Laborde (Emmanuel)
Comments